jueves, 18 de noviembre de 2010

HIPOCONDRÍACOS

Hace uno par de años, y por estas fechas, el Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, puso en marcha la campaña "!PREPÁRATE, MADRID! o !MADRID, PREPÁRATE! (que no sé si significan lo mismo).. No se trataba de una campaña para que a los ciudadanos madrileños no les pillaran, desprevenidos, las inminentes y siempre peligrosas Fiestas Navideñas. Se trataba, básicamente, de una campaña para exhortar a los ciudadanos a estar preparados para una "posible tragedia colectiva": incendios, inundaciones, terremotos, accidentes nucleares, ataques terroristas.. Dicha campaña, proponía a los ciudadanos que tuvieran, siempre, preparada y a mano, una mochila de supervivencia, con no sé cuantos ni qué contenidos (pido disculpas por mi falta de información).. Desconozco el nivel de seguimiento y respuesta que dicha campaña tuvo entre los ciudadanos a los que iba dirigida.. Tan sólo tengo información de la buenísima acogida que tuvo entre fabricante, proveedores y vendedores de mochilas (se rumorea que hasta pensaron en fusionarse para entrar y cotizar en Bolsa, y solucionar la actual crisis económica mundial, ellos solos y sin ayuda de nadie).

Uno de los programas más longevos y con mayores reconocimientos de la televisión española, llevaba por nombre "Saber Vivir", y se emitía en horario matinal.. Nunca fui espectador de dicho programa, pero por casualidad (a lo largo de tantos años), tuve ocasión de ver algunos retazos del mismo.. Diariamente, y con el lema de "más vale prevenir que curar", dicho programa repasaba (una y otra vez, de arriba a abajo, y de derecha a izquierda), todos y cada uno de los infinitos males, enfermedades y hábitos peligrosos de todo tipo que nos acechan a lo largo de nuestra existencia.. Posteriormente, y tras promover el acojono colectivo, enseñaban y apremiaban a los espectadores a vivir "sanamente".. Un programa y unos objetivos totalmente elogiables, y a los que únicamente se les podría poner una pequeña pega: el horario de su emisión (infantil, por un lado, y jubiláutico, por el otro)... Creo, humildemente, que su horario ideal debiera haber sido el "nocturno", y debería haberse recomendado para los aficionados a las emociones fuertes y al cine de terror o incluso "gore".. Yo supongo que los profesionales de la salud, en principio, debían de estar muy agradecidos a este tipo de programas que tanto contribuyen a la tarea educativa y preventiva... digo "en principio", porque sospecho que dicho agradecimiento se ha ido tornando, con el tiempo, en todo tipo de lamentos al comprobar cómo sus consultas y servicios (hasta los más urgentes), se ven colapsados por todo tipo de aprensivos sobreinformados e hipocondríacos exaltados que acuden, masivamente y cada día, al menor síntoma de catarro, o exigiendo pruebas y tratamientos (a ser posibles avanzadas y costosas) para "resolver milagrosamente" problemas irresolubles o prevenir males inexistentes..

Podríamos continuar poniendo ejemplos... e ir incrementando, al mismo tiempo, la gravedad y las consecuencias de los mismos... Hasta llegar a las vergonzosas y despreciables "guerras preventivas" (auténticos crímenes contra la humanidad), las "limpiezas étnicas" (genocidios), las variadas "guerras de liberación" (terrorismos de todo tipo), la persecución y estigmatización de colectivos humanos (xenofobias), la eliminación de libertades individuales y colectivas (dictaduras), la instauración, apoyo y mantenimiento de los grandes grupos de poder (oligarquías), el rechazo a los avances y descubrimientos humanos (tradicionalismos), la inhabilitación de la convivencia y la comunicación con los "otros", el sectarismo, el gregarismo..

Todo ello producto del miedo obsesivo y desproporcionado, de su fomento, utilización y manipulación.


Las enciclopedias y diccionarios recogen la "hipocondría" como la enfermedad que sufren aquellas personas obsesionadas con la idea de padecer todo tipo de males, agravando los que realmente padecen e imaginando los que ni tan siquiera existen.. No estaría demás que estos instrumentos de la lengua ampliaran esta definición, sobre todo en lo referente al objeto de dicha obsesión compulsiva: porque no es la salud el único objeto de la misma y, modestamente, creo que tampoco es el más extendido, ni el más "grave o peligroso"..

Sin ir más lejos, en mi caso, mi obsesión podría ser el miedo mismo..
Me da miedo llegar a vivir con miedo..
Y aún me dan mucho más miedo aquellos que viven instalados en dicho miedo..
Me repugnan aquellos que viven del miedo de los demás,
aquellos que lo provocan y lo acrecientan,
aquellos que lo rentabilizan con el mayor descaro y sin-vergüenza alguna..
Me rebela el caudaloso reguero de víctimas que dicho miedo va dejando siempre tras su paso..
Me agotan las frustraciones, desilusiones y desesperanzas que el miedo siembra entre nosotros, cada día, cada momento..


Hace años, en las paredes de los bares menos suntuosos, solía colgar un azulejo con una frase que rezaba así:
"No te preocupes mucho por la vida, porque no saldrás vivo de ella"
Quizás fuera una visión algo extrema... tan extrema como la hipocondría (y opuesta a ella)..
Pero entre ambos extremos (el de la Cigarra y el de la Hormiga), debe haber toda una gama de posibles opciones y actitudes ante la vida..
la mía, probablemente, quizás estuvo siempre más cerca de la primera que de la segunda..
(Quien sabe, quizás tuvo algo que ver que, en mi juventud, disfruté mucho entre aquellos pequeños, vitales y acogedores bares..)

viernes, 12 de noviembre de 2010

LA INERCIA DE LAS COSTUMBRES

La Física define la Inercia como la tendencia que tienen los cuerpos a mantener su estado, de reposo o de movimiento, hasta que una o varias fuerzas externas actúen sobre dichos cuerpos, modificando su actual estado.
Dicha ciencia incluso cuantifica, en la segunda Ley de Newton, esta tendencia o inercia, mediante la conocida fórmula matemática F = m.a

Las ciencias sociales, sobre todo la sociología y la antropología, definen las costumbres como actos, repetidos y reiterados en el tiempo, cuya finalidad es servir como instrumento de integración social, y con capacidad de convertirse en normas reguladoras de las relaciones establecidas en dicho grupo social (funcionalismo social).
Estas ciencias no cuantifican el valor matemático de dichas costumbres, pero si las cualifican definiéndolas como fundamentales y básicas para el individuo y el grupo social al que pertenecen.

En un acto un tanto osado, podríamos definir la Inercia de las Costumbres, como la tendencia del individuo, o los grupos sociales, a mantener su “actual situación o estado de las cosas”, debido, sobre todo, a las costumbres adquiridas, aceptadas y/o impuestas..
  • Los individuos necesitamos integrarnos en grupos sociales para dar respuesta a nuestras necesidades y exigencias.
  • Los grupos sociales (sociedades) necesitan, para su supervivencia y estabilidad, una integración de los individuos, creciente y ordenada… para ello facilitan y/o imponen múltiples instrumentos y mecanismos, entre los cuales, las costumbres constituyen todo un conjunto básico y fundamental.. Dichas costumbres abarcan todo tipo de aspectos, desde los puramente festivos o los más concretos y cercanos (como los afectos y los sentimientos), hasta los más abstractos y lejanos (creencias, ideologías, ética, moralidad..)
  • Empujados y animados por nuestras necesidades, los individuos vamos aceptando y asumiendo estos instrumentos de integración y adaptación a la sociedad.. Y a medida que lo hacemos, nos vamos convirtiendo en participantes y cómplices activos/pasivos de dicha estabilización social.
El resultado lógico de todo este proceso es que los grupos sociales y los individuos que los componen, tienden a ser conservadores (o conservacionistas).. Más cuanto mayor sea el tiempo de exposición al proceso de integración y a las costumbres adquiridas y/o impuestas durante dicho proceso..
Quizás por ello, suele afirmarse (con razón), que la adolescencia y la juventud son períodos más inestables, más propensos a todo tipo de cambios en el individuo.. o que las sociedades más “jóvenes y nuevas” están más abiertas y dispuestas a la evolución, e incluso a la revolución.

La Inercia de las costumbres (o la resistencia a los cambios), es tan poderosa que minimiza, y hasta imposibilita el posible efecto convulsivo de otras muchas fuerzas exteriores que pueden actuar sobre el individuo o los grupos sociales.. hasta tal punto que, con frecuencia, cuesta comprender cómo determinadas circunstancias (por excepcionales, inéditas o traumáticas que éstas sean), dejan inalterables ambas realidades.. y dando una buena explicación al por qué de la reincidencia y el mantenimiento de los comportamientos individuales y colectivos, aunque éstos evidencien su más que dudoso carácter de erróneos.


Quizás por ello, hay quienes consideran (y me incluyo entre ellos) que la evolución del ser humano y de la sociedad no es un proceso lineal (desde un punto de partida, hacia algún punto, más o menos lejano, de llegada).. sino que es un proceso, fundamentalmente, circular (en el que los puntos de partida y de llegada se van superponiendo, periódicamente, en el tiempo)..
Otros, más sencillamente, expresan lo mismo al afirmar aquello de que “el ser humano es la única criatura capaz de tropezar, reiteradamente, en la misma piedra”..
Dicha consideración no invalida el movimiento de avance (o incluso de retroceso), simplemente lo cualifica de una determinada manera.. la rueda es un buen ejemplo de ello..


Supongo que por todo ello, creo haber tenido, casi siempre, una relación compleja con las costumbres..
puedo reconocer el valor y la importancia de muchas de ellas..
hasta puedo reconocerme como partícipe y parte de otras tantas..
Y al mismo tiempo me cuesta aceptar su dictatorial inercia.. a veces, ni tan siquiera impuesta.

jueves, 4 de noviembre de 2010

PALABRAS

Hay quienes creen que nuestra existencia empieza cuando somos concebidos..
Hay quienes piensan que nuestra existencia comienza cuando somos paridos..
Y hay quienes consideran que nuestra existencia sólo es posible cuando alguien nos asigna y reconoce por una palabra, un nombre.. (da igual cual sea éste, el que aparece en el DNI, el de madre o padre, el de hij@, el de herman@, el de amad@, el de amig@ o el de enemig@..)
Desde hace mucho tiempo, creo haber optado por estar cerca de estos últimos..

No creo que haya sido sólo por la evidencia de que “nombrar” (asignar un nombre-palabra) a un individuo, como forma de incorporarlo e integrarlo a una realidad o a un grupo social, sea una costumbre ancestral que se remonta al principio de los tiempos.. Ni tampoco creo que sea sólo por la evidencia de que la inmensa mayoría de creencias hayan hecho suya esta costumbre ancestral, y la hayan convertido en ceremonia de iniciación y reconocimiento de sus miembros como portadores y deudores de una gracia divina (algunas van mucho más allá, y sitúan la Palabra/el Verbo, como origen de toda existencia y anterior a toda ella).. Ni tan siquiera creo que sea sólo porque importantes formas y corrientes del pensamiento humano consideren la Palabra condición esencial (y hasta imprescindible) de la existencia de cualquier ser (incluso la de los seres inanimados).. Ni por las múltiples evidencias de que cualquier nueva tecnología que surge, acaba doblegándose y doblegada ante la Palabra, para poder crecer y hasta subsistir..

Aún con todo ello, creo que mi decisión es, sobre todo, un sencillo acto de fe..
Siempre creí en la Palabra.. mucho más de lo que la Palabra creyó en mí..
Siempre confié en la Palabra.. bastante más de lo que ella confió en mí..
Siempre aposté por la Palabra.. aún a sabiendas de que ella, no apostaba tanto por mí..
Siempre arriesgué por la Palabra.. a pesar de que ella arriesgara bastante menos por mí..
Siempre amé la Palabra.. aunque, con frecuencia, no fuera igualmente correspondido por ella..

  

Y lo digo como amante, también, de la forma, de la imagen, del diseño, del dibujo, la pintura, la música.. porque creo que todas ellas son, o deberían ser, expresiones y lenguajes deudores de la Palabra..

Y es que la Palabra no sólo estructura el pensamiento… sino que también lo descubre y lo delata..
La Palabra no sólo expresa el sentimiento.. lo posibilita.. y hasta lo crea..
La Palabra… sobre todo la Palabra.. puede hacernos sentir más libres..
(y a veces, hasta consigue hacernos hace más libres)

Quizás por ello, hay tantos que renuncian a la Palabra y reniegan de ella.. tantas excusas para no usarla, racionarla y limitarla.. tantos que se afanan en desvirtuarla y desprestigiarla.. tantos intereses en reprimirla y acallarla.. tantos que se empeñan en utilizarla y manipularla, para imponerla y destruirla..

Y quizás, también, por ello, hay tantos que la anhelan y la reclaman.. tantos que apuestan y se arriesgan por ella.. para cuidarla y conservarla.. para soñarla.. y sobre todo, para compartirla..

Por todo ello.. y también, a pesar de todo ello.. seguiré amando la Palabra..
( incluso, y si es preciso, antes y por encima de los hechos )