viernes, 25 de marzo de 2011

VIVIR EN CONTRA

Hacía mucho que Juan Luis conocía, por extendido y oído, aquel viejo y, para él, extraño dicho que afirmaba: “Resulta más fácil vivir en contra de”…

Juan Luis lo calificaba de extraño porque siempre había imaginado que aquel antiguo dicho era una forma irónica y paradójica de afirmar y confirmar todo lo contrario: “Resulta más fácil vivir a favor de”…
Y es que, de entrada, para Juan Luis, parecía más lógico y razonable considerar que “vivir a favor” conllevaría, siempre, indudables ventajas y comodidades, derivadas, fundamentalmente, de las amplias y numerosas seguridades que dicha forma de vivir suele comportar y aportar…

Y las seguridades, para un ser tan inseguro como el ser humano, más que un bien, o un valor, Juan Luis las calificaba, sobre todo, como una necesidad…

Sin embargo, y a pesar de ello, a lo largo de los años, Juan Luis había podido comprobar, y hasta experimentar, que, en muchas ocasiones, “vivir en contra” podía representar, también, una rica fuente de todo tipo de seguridades… más o menos diferentes o más o menos similares… pero, al fin y al cabo, seguridades capaces de proporcionar tantas comodidades (y a veces, quizás más), como “vivir a favor”…

Para llegar a estas consideraciones, Juan Luis no había necesitado grandes estudios, ni profundos análisis, ni costosos esfuerzos (no era lo suyo)… Tampoco había necesitado recurrir a relevantes y flagrantes ejemplos y modelos de la vida colectiva e individual, de todas las sociedades y de todos los tiempos… grupos y tendencias políticas que viven mejor en la oposición y cambian cuando llegan al poder… jóvenes que pierden su identidad en cuanto empiezan a asumir, mínimamente, su papel de adulto… o generaciones enteras que fueron enterradas y olvidadas, porque, queriendo o sin querer, decidieron o les tocó “vivir en contra”…

No, Juan Luis es más simple y más sencillo (del montón, suele decir él)… Aficionado, desde pequeño, al cine de ficción (como si hubiese alguno que no lo fuera), Juan Luis ha ido elaborando y confirmando, poco a poco, y gracias a los innumerables minutos cinematográficos contemplados, esta inquietante y enigmática realidad: ¿Qué hubiera sido o sería de todos aquellos héroes y superhéroes, sin sus antagonistas, malvados y villanos (y viceversa), que les proporcionaban (tanto a unos como a los otros), la posibilidad de “vivir en contra”?... Sin ellos, ¿acabarían Supermán, Batman o Skywalker, llevando los niños al cole y preparando barbacoas los fines de semana?.. ¿o acabarían con una depresión de caballo, fumando y dándose a la bebida?...
                 

Hace pocos días, Juan Luis me comentaba, algo desanimado, que, desgraciadamente para él, las pelis de ficción, poco o nada aportaban a tan delicado y transcendental tema… -lo suelen dejar, siempre, para la más que posible y siguiente entrega- apostillaba…

Tratando de aliviar, en algo, sus profundas y comprensibles tribulaciones, me animé a expresarle y compartir algún matiz a sus inquietudes:
-Es bastante probable que tanto vivir en contra, como a favor, puedan comportar las mismas o similares actitudes y consecuencias… y por tanto, ser susceptibles de recibir las mismas o similares valoraciones… Lo realmente importante, quizás debería estar en la naturaleza de aquello respecto a lo que uno decide “vivir en contra o a favor” (y en los porqués y en los cuándos)…ahí, probablemente, resida lo complejo, lo difícil y lo incómodo… porque una de las grandes ventajas comunes a ambas formas de vivir, quizás sea que te facilitan el no tener que pensar excesivamente y a todas horas… y decidir, aún menos…

Mirándome con cara de cierta interrogación, algo de escepticismo y bastante ironía, Juan Luis replicó dejando una pregunta lógica en el aire:
-¿Pensar?, ¿a favor o en contra?...
Mirándole con una sonrisa cómplice, contesté lo primero (y probablemente, lo único) que podía contestar a aquella pregunta:
-Pensar, mejor A la contra… lo de vivir, depende… ¡vivir, ya es otra cosa!...

 

viernes, 11 de marzo de 2011

TIEMPOS

Decididamente, vivimos tiempos acelerados… muy acelerados…
Tiempos que se acortan hasta casi parecer que desaparecen…
Pausas que desaparecieron y dejaron de existir hace tiempo…

Aquella famosa sentencia de “El Tiempo es oro”… parece haberse convertido en una gloriosa realidad…

Hace no mucho, comunicarse con un familiar, amigo o conocido que viviese a unos cuantos km de distancia, podía requerir una paciente, elaborada y hasta ilusionante tarea y espera… aquellas viejas cartas a mano ya enterradas…
Hoy, que podemos comunicarnos, casi en tiempo real y sin demora alguna, con cualquier ser viviente ubicado al otro lado del planeta, no dejamos de reclamar y exigir duplicar, triplicar o multiplicar por no sé cuánto, esa rauda velocidad a las que nos comunicamos… Es bastante probable que, pronto, podamos recibir respuestas y contestaciones ajenas, antes de haber realizado preguntas o requerimientos propios… !todo un prodigio (o milagro) de la nueva comunicación!…

Hace poco, en este país, se ha reducido (sólo durante unos tres meses) el límite máximo de la velocidad de circulación de los automóviles… de 120 km/h a 110 km/h… Dicho de una manera más comprensible, suponiendo que un conductor pudiera conducir sólo, sin ningún tipo de obstáculo, y a la máxima velocidad permitida, la distancia que antes recorrería en 1h, ahora la recorrería en 1h 5´ 27´´ … ¡dioos, una abismal diferencia!.. Son, por tanto, comprensibles, las generalizadas y airadas protestas de dichos automovilistas… más aún si se tiene en cuenta que no es lo mismo despanzurrar una vaca, un perro o un peatón, a 120 km/h, que hacerlo a 110 km/h… a esta nueva y exigua velocidad, siempre cabe la posibilidad de dejar al “bicho” medio vivo y con graves secuelas para toda su vida… ¡y eso podría suponer una carga más para el ya agobiado contribuyente!...

  

Hace no mucho, invadir un país, para someterlo o destruirlo, conllevaba, sin duda, todo un larguísimo y costosísimo proceso, en el que, cómo no, había que incluir la más que asegurada e inevitable guerra… guerra que siempre resulta algo discutible y penosa desde algún punto de vista (normalmente el de las posibles víctimas propias… el de las víctimas ajenas nunca suele tenerse en cuenta)…
En cambio, en la actualidad, en apenas unos segundos, sólo con alzar una mano, o apretar una tecla.. desde cualquier acomodado y relajante despacho, o desde cualquier animado y lujoso recinto bursátil (“parqué” creo que lo llaman), se puede invadir, someter o destruir cualquier economía, de cualquier país.. y a sus ciudadanos, por supuesto… ¡y sin víctimas propias!... (las víctimas ajenas, siguen sin contar… ni antes ni ahora)…

Hace no mucho, contar un cuento a un crío, llevaba su tiempo… demasiado tiempo quizás… estaba bien para otras épocas ya pasadas… pero en nuestros tiempos, sólo puede ser considerado como un lujo o un desperdicio… Era lógico, por tanto, que dichas prácticas tendieran a desaparecer… Y hubieran desaparecido si nuestra acelerada tecnología no hubiera estado al tanto para ofrecernos la solución alternativa y adecuada… Todo tipo de cuentos e historias (incluso las más antiguas), en todo tipo de soportes reproducibles, que no sólo permiten aumentar la velocidad de su reproducción hasta niveles más aceptables (el Quijote en un minuto, por ejemplo)… sino que hasta nos permiten estar ausentes, dejando al crío en su más estricta y ansiada intimidad… mientras los adultos rentabilizamos el tiempo de forma más constructiva, conveniente e inteligente…

 

Cuando yo era niño, ya existían técnicas especiales para “leer” deprisa… muy deprisa… A mí, me las enseñaron en el cole, como método para “estudiar”, también, más deprisa… Bueno, quizás sería más adecuado decir que “intentaron enseñármelas”… pero, para mi desgracia, no consiguieron que yo las aprendiera… No es que yo fuera mal estudiante (ni ellos malos educadores), es que creo que nunca llegué a convencerme, del todo, de la necesidad de leer “tan deprisa”… (para eso, quizás, mejor no leer).

Decididamente, he de reconocer que mis tiempos no encajan, del todo, en los acelerados tiempos actuales…
Como mucho, a veces, consigo dejarme arrastrar por ellos…
Y muy de vez en cuando, hasta consigo sacarles algún pequeño partido… (pocos, diría yo)…

Igual, por ello, hasta ahora, el carnet de conducir aún no forma parte de mi reducido tarjetero…
...(y el DNI sigue caducado desde hace 10 años)…
Igual, por ello, de momento, sigo sin tener ni zorra idea de cómo funciona el temita bursátil…
Igual, por ello, sigo prefiriendo que “alguien me cuente los cuentos”…
Igual, por ello, hasta ahora, “el oro” no cotiza demasiado en mi cuenta corriente…
Quizás debería cambiar, lo reconozco… aunque dadas las circunstancias… y mis evidentes carencias… igual ya no tengo suficiente tiempo para poder hacerlo…
(ni tampoco, quizás, excesivo interés en conseguirlo)

 

lunes, 7 de marzo de 2011

BARRERAS

Quizás no sea necesario acudir a ninguna enciclopedia para buscar el significado de “barrera”…
Quizás porque todos tenemos una idea intuitiva y bastante aproximada de su significado…
Quizás porque todos conocemos y vivimos entre alguna de ellas… o entre muchas…

Son esos elementos que se utilizan para separar y/o significar realidades distintas… bien porque dichas realidades son, en efecto, diferentes… o bien porque se pretende (o pretendemos) que lo sean…
Existen innumerables tipos de barreras… en función de su propia naturaleza… y en función de la naturaleza de las realidades separan y/o significan… También, según sea el grado de su percepción… o el grado de su efectividad…

Hay barreras impuestas, que nos vienen de fuera,
y hay barreras que construimos y consolidamos desde dentro…

Hay barreras invasivas, agresivas,
y hay barreras defensivas y protectoras…

Hay muchas barreras colectivas y sociales,
y también hay muchas barreras individuales…

Hay barreras físicas, sicológicas, perceptibles, invisibles, permeables, infranqueables, robustas, insignificantes, dolorosas, relajantes, atractivas, repugnantes, silenciosas, vociferantes...

Quizás, un elemento común a todas ellas, que las cualifica y las relaciona, sea su condición de nonatas, “no nacen, se hacen”…
Unas se construyen durante extensos periodos que fluyen y serpentean silenciosamente en el tiempo…
Otras se alzan de forma vertiginosa, llamativa y sorprendente… sin apenas darnos tiempo ni a asumir su presencia…

Pero tanto unas como otras, carecen de condición y naturaleza perpetua y/o eterna…
Y por carecer de ellas, todas las barreras pueden ser, y son, objeto de posibles transformaciones…
Incluso, si se estima oportuno, conveniente o necesario,
igual que se construyen y se transforman,
también, a veces, podrían, pueden, y hasta deben ser derribadas…

(Claro que esto último, con frecuencia, no resulta una tarea fácil... casi siempre conlleva un enfrentamiento con quienes alzaron y construyeron dichas barreras.. y a veces, entre aquellos, podemos llegar a descubrimos a nosotros mismos).